Aquí tienen a las auténticas chicas del cable. Las llamadas telefónicas tenían un coste prohibitivo y establecer conferencia entre Barcelona y Extremadura requería un tiempo de espera. Carecíamos de toda privacidad: las telefonistas lo podían escuchar todo.
Desarrollé un sexto sentido para las relaciones a distancia, gastando una fortuna en conferencias y en viajes.
Tras muchas cartas conseguí casarme con una extremeña que me invitó a un congreso de derecho y telecomunicaciones.