Pudo vivir sola hasta los 99 años, sus hijos contrataron a una chica para que la cuidara. Pero salía sola a pasear, como siempre había hecho.
Cuando mi padre murió, se me sentó al lado, sin decirme nada. Sonriendo. Esa sonrisa tan dulce que todo lo curaba. Ella hablaba con la gente con la que yo no podía hablar. Me dio la mano, me acarició el hombro. No me dio el pésame, no hacía falta.
Hoy se ha ido esa persona.