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@juan pensándolo con la almohada, y creo que lo que transpira este post (y ya estaba en tu desprecio por «nacional» de Nadal y tu amor no basado en su forma de juego por Muguruza) es que al final hay una elección irreductible: cuando queremos fundamentar un paso más allá de la empatía general humana -que en principio nos provoca cualquier miembro de la especie- ¿sobre qué lo hacemos? Sobre lo que el otro «es», es decir, sobre lo que no ha elegido (un lugar de nacimiento, un fenotipo, una posición social de partida, un conjunto de apellidos...) o sobre aquello que hace y que por tanto es una expresión de su libertad.
La confusión entre comunidad real e imaginada que haces con el ejemplo del Atletic -y que ya aparecía en el post sobre Oteiza y Chillida- se multiplica luego en el final cuando sin querer mojarte del todo afirmas que el prejuicio nacionalista (la famosa «preferencia para los nacionales» de la extrema derecha española) no produce peores resultados que el mercado. No hace falta hacer modelos muy complicados https://lasindias.com/es-la-identidad-un-limite-a-la-reduccion-del-tamano-de-los-estados ni investigar demasiado en los hechos para darse cuenta de que esa idea es precisamente la que lleva a la inviabilidad de estados pequeños.
¿Dónde está el fallo del modelo? ...
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@litox La revolución francesa, al contrario que las revoluciones liberales española, portuguesa e italiana, se dio como enemigo el «cacique» del antiguo régimen. De ahí sale el jacobinismo, de ahí su cruzada por asegurar la igualdad aun a costa de generar homogeneidad identitaria en el territorio. En Italia, como en España o Portugal, fueron los caciques los que tomaron la bandera del cambio en distintos momentos históricos. El resultado se ve claro en «El Gatopardo», «Bearn» o... «Crematorio».
Históricamente no es el gobernador civil el que crea el caciquismo, sino el poder del cacique el que acaba obligando al gobierno central a poner un gobernador «de aquí» para tener línea directa con el aparentemente insoluble poder local del cacique. El ejemplo castellonés, a través de un siglo, con una única familia, es clarísimo.
El caciquismo se construye de abajo a arriba, por eso siempre busca enaltecer la lengua local, no por un respeto a los derechos civiles de los hablantes, sino como forma de asegurarse un filtro que lo haga escalón necesario y al tiempo que aísle a los locales de las influencias exteriores. Así fue con los curas y el carlismo no solo en Navarra y Euskadi, sino en la «Catalunya carlina» y partes de Valencia.
La herencia de todo eso hoy son gobiernos localistas empeñados en primar al «de aquí» https://lasindias.com/es-la-identidad-un-limite-a-la-reduccion-del-tamano-de-los-estados
@manuel @nat @dbelser