La relación de nuestros ancestros con la violencia nos resulta difícil de entender actualmente, cuando toda riña acaba en el juzgado, y con todos los intervinientes en la reyerta condenados.
El día que mi abuela Paca se enteró, en medio de la guerra civil, que mi abuelo Pedro miraba demasiado a una vecina que le sonreía, se fue a buscarla a la cola del racionamiento. Y se volvió para casa con las uñas llenas de piel y sangre humana.
No hubo más coqueteos.