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En primer lugar, por el clima de enorme desconfianza que reina entre los líderes de los partidos.
A menudo, quienes comparten gobierno, candidatura, papeleta, dirección, tienen relaciones muy problemáticas debido a las luchas internas por el poder.
Es difícil que en ese clima de desconfianza, tensión y conflicto puedas desarrollar un conocimiento profundo de la catadura moral tus compañeros.
En segundo lugar, por la tropa de servidores incondicionales que rodea a cada uno de estos líderes.
Estos servidores han sido elegidos por su devoción y lealtad, precisamente para proteger al líder del tenso clima social que le rodea, tanto dentro de su partido como fuera.
Y crean un entorno “seguro” donde el líder solo se ve refrendado, nunca discutido, nunca cuestionado.
En tercer lugar, porque la política es la guerra por otros medios, lo que implica que estos líderes participan a diario en dinámicas de violencia estructural mediáticas, institucionales, legales, orgánicas.
Ellas, ellos y elles viven en estado de guerra-por-otros-medios casi constante.
¿Qué psicología aguanta eso? Pero sobre todo, ¿qué psicología disfruta y ansía eso para siempre?
Cada vez la opinión pública tiene más claro quién lo aguanta y lo disfruta y es bueno en política: los sociópatas.
Pero la izquierda no puede permitirse ser representada por sociópatas.
Por ello, nos va mucho (quizás todo) en identificar bien esta clase de personalidades en nuestros futuros/as/es representantes, para NO elegirlos.
Y nos tendrá que dar igual si han desarrollado ya o no todo su potencial dañino.
No nos podremos permitir el beneficio de la duda.
Y creo que somos los/as/les votantes, los afiliados, los inscritos, quienes tendremos que hacer de gatekeepers.
No podemos confiar en el régimen interno de los partidos para ello.